Hay dos novelas que están en los cimientos de la identidad vallecaucana: María, de Jorge Isaacs, y El Alférez Real, de José Eustaquio Palacios.
Las dos fueron publicadas en la segunda mitad del siglo XIX y recibieron todo el influjo del romanticismo europeo, con su manera de ver el mundo desde la subjetividad y la nostalgia por los paraísos perdidos.
La primera transcurrió en la hacienda El Paraíso y la segunda en la hacienda Cañasgordas, lugares que existen realmente.
Pero mientras que El Paraíso está bien cuidada y es una hacienda museo convertida en un atractivo turístico, Cañasgordas solo ahora parece que empezará a recibir la atención de las autoridades encargadas del patrimonio cultural.
Esto último es planteado con cierta ironía en la adaptación teatral de El Alférez Real, del Laboratorio Escénico Univalle, estrenado la semana pasada en la universidad, en Cali.
De manera muy perspicaz, Alejandro González Puche y Ma Zhenghong, dramaturgos y directores de la adaptación, hacen que Cañasgordas se convierta en una especie de ser viviente, protagonista de la historia, como una evocación de Casa tomada, el cuento de Cortázar. En ello, la escenografía del artista Pedro Ruiz es fundamental.
Con ellos, el grupo de actores profesionales egresados de Univalle, traen a nuestros días la historia de El alférez real y la convierten, con mucha sutileza, en una trama de intriga mafiosa en donde emergen los proyectos inmobiliarios que transformaron buena parte de la fisonomía de la capital vallecaucana en los años noventa.
Este aggiornamento de la obra contiene elementos que evocan la época original, como el vestuario de don Manuel de Caicedo, el dueño de la hacienda, y la excelente música de Alberto Guzmán.
