Por Cindy Paola Gómez Prada
Una búsqueda improbable adentró a Guillermo Reina y su equipo de investigadores en las profundidades de la reserva de los ríos Escalerete y San Cipriano, en el Pacífico colombiano. El gran dosel conformado por copas de árboles gigantes sumergió en la penumbra el tapiz húmedo de hojas por el que caminaron con sigilo, a la espera de identificar nuevas especies de orquídeas. La naturaleza se interponía entre ellos y el encuentro con su santo grial: la lluvia, el calor, los insectos, se activaban como trampas dentro de un templo sagrado. Hasta que… ¿eureka?
Casi imperceptible, sobre la corteza de un bejuco caído, una planta asomaba sus hojas. Con la destreza de un joyero, Reina identificó un ejemplar de orquideácea. Durante varios meses el equipo esperó a que emergiera la primera flor para diseccionarla y tomar fotografías que serían analizadas por el Jardín Botánico de Costa Rica y la Universidad de Kew, en Reino Unido. Ambas respuestas confirmaron su intuición: encontraron la aguja dentro del pajar.
La nueva especie fue presentada al mundo en la revista Systematics and Biodiversity como parte de la familia Ophidion (por la forma de cabeza de serpiente de su flor), de la que solo existían cuatro especies hasta el nuevo hallazgo -dos de ellas, endémicas de Colombia-. Fue bautizado con sufijo electilabrum, debido a su labelo en forma recta, por Carlos Huerta, especialista del grupo fallecido hace tres años.
Dentro de las características de la Ophidion erectilabrum se destacan los escasos 14 milímetros de sus hojas y los 9 milímetros de extensión de su flor, que dan idea de la dificultad del descubrimiento en la extensión de una gran reserva forestal repleta e inexplorada.
El proyecto, parte de un convenio entre la Gobernación del Valle del Cauca y Colciencias -hoy Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación-, comenzó en 2019. En él se encontraron la sabiduría de los guardabosques de la Fundación San Cipriano, el conocimiento de un equipo de biólogos y expertos locales que apoyaron el proyecto y la colaboración de Diego Bogarín y Óscar Pérez, expertos que desde Costa Rica y Reino Unido que aunaron esfuerzos para identificar esta maravilla natural.
De acuerdo con Guillermo Reina, investigador egresado del Departamento de Geografía de la Universidad del Valle, “este logro es producto del esfuerzo mancomunado de tres años con la comunidad de San Cipriano. Descubrimientos como este son una oportunidad para fortalecer el turismo en la naturaleza como una forma de diversificación de la economía en los territorios”.
Además del valor de transformación social y ecológica, saber los tesoros que surgen de la tierra acrecienta la visión de la biodiversidad como un tesoro a proteger de la tala excesiva, los cultivos ilícitos y la sobreexplotación de los recursos naturales, entre otras prácticas nocivas para la conservación ambiental.
Esta no ha sido la única especie descubierta por el equipo de Guillermo Reina. El botánico ha vivido en el trasegar entre selvas y bosques en la búsqueda de orquídeas aún desconocidas para la ciencia, como la Encyclia Parkeri, hallada en el 2015.
A pesar de la relevancia de sus hallazgos en la exploración en el Valle del Cauca, ahora el investigador tiene como objetivo resaltar la biodiversidad a nivel nacional con investigaciones en Nariño y los Llanos Orientales. Los terrenos ignotos de la vasta selva colombiana aún guardan secretos que este rastreador de orquídeas univalluno seguirá explorando.