Con este eslogan acuñado por el movimiento feminista en el mundo se encabezan muchas de las marchas en las que participa la Ruta Pacífica de Mujeres. Gloria Inés Montoya Duque, quien ha investigado sobre el papel político de esta organización dentro de las coyunturas sociopolíticas más recientes del país, fue la invitada a la pasada sesión de las Charlas de los Viernes, organizadas por la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas.
Montoya es egresada del Departamento de Ciencias Sociales de Univalle, doctora en Ciencias Sociales de la FLACSO y actualmente se desempeña como profesora de la Universidad del Pacífico. Su trabajo de investigación analiza el carácter de este movimiento en Colombia y su rol en la sociedad, en la búsqueda de paz y contra toda forma de violencia hacia la mujer.
La Ruta Pacífica de las Mujeres es un movimiento de carácter feminista y pacifista que nace en 1996 como una acción de rechazo por parte de una red de mujeres a una de las masacres ocurridas en Mutatá, municipio del suroccidente antioqueño. La premisa ha sido que las mujeres tengan una postura política frente la paz. El colectivo se amplió con un encuentro realizado en Medellín en el que participó otra organización de mujeres de Antioquia que promovía la No Violencia durante los años en los que se intensificó el conflicto.
El movimiento se consolidó en medio de la guerra a través de acciones colectivas como marchas, caravanas que recorrían las zonas afectadas por el conflicto y el acompañamiento a las mujeres en los territorios, a partir del cual se crearon nuevas organizaciones que ampliaron la red.
“La perspectiva feminista con que inició el movimiento interpela a diferentes estructuras de poder como el Estado, los grupos armados y en general, al ejercicio del patriarcado en todas las esferas de la vida social. Por otro lado, en su carácter pacifista, la organización busca una transformación de la sociedad y la salida negociada al conflicto. En su proceso de consolidación y después de la implementación de la Ley de Justicia y Paz, el discurso del movimiento se transformó para hacer una exigencia mayor por la reparación y el derecho a la verdad de las víctimas”, señala la profesora Montoya.
La Ruta está compuesta por mujeres representantes de 300 organizaciones cuyo trabajo tiene impacto en más de 142 municipios de 18 departamentos del país: Antioquia, Atlántico, Bogotá, Bolívar, Caldas, Caquetá, Cauca, Guajira, Chocó, Huila, Magdalena, Nariño, Norte de Santander, Putumayo, Quindío, Risaralda, Santander y Valle del Cauca.
El movimiento contribuyó en la salida negociada del conflicto con la guerrilla de las FARC. “En una de sus marchas más importantes en el 2015, la Ruta logró crear una agenda colectiva de mujeres con aquellas que habían sido víctimas. También tuvo representación en el proceso de negociación y como logro más importante contribuyó a que el Acuerdo tuviera perspectiva de género, sentido de reparación de las víctimas y una búsqueda de transformación de las condiciones actuales para las mujeres”, apunta la investigadora.
Montoya también expone que, desde su rol político, la Ruta consigue romper el sentido de subordinación y contraponerse desde abajo, desde las clases subalternas. “La Ruta tiene una dimensión de clase muy importante. Las redes de mujeres que la conforman son campesinas, desplazadas, trabajadoras y obreras”, indica la investigadora.
Una de las estrategias de trabajo de esta organización es la formación y la investigación que también tiene en cuenta las perspectivas de clase, etnia y género de las mujeres que conforman la red. “Así lograron incidir en procesos de cambio, en las políticas públicas y en la implementación de los Acuerdos de Paz”, afirma Montoya, quien también recuerda que Alejandra Miller, líder de la Ruta, fue integrante de la Comisión de la Verdad, a la que el movimiento aportó como puente de enlace en los territorios con muchas mujeres víctimas.
La Ruta Pacífica de Mujeres cuenta con aliados como el Observatorio femenino, UNIFEM y otros colectivos que hicieron parte de la misma organización como La Casa de la Mujer. Además, mantiene relaciones con otras ONG 's que trabajan procesos en torno a la paz en el país, como el Movimiento de Víctimas y la Asamblea por la Paz. Así mismo, con el movimiento indígena del suroccidente colombiano y el movimiento afrodescendiente. De igual manera, la Ruta tiene alianzas internacionales que cooperan para el sostenimiento de sus centros de apoyo, proyectos de formación, la creación de asociaciones productivas de mujeres, atención y capacitación en derechos humanos, entre otros temas, en los que la mayoría de las beneficiarias han sido víctimas del conflicto o de violencias basadas en el género.
Después de su participación en el proceso y en los Acuerdos de Paz, las actividades de este movimiento de mujeres continúan. “Actualmente, la Ruta y otros colectivos feministas siguen marchando en el Día de la No Violencia contra la Mujer o el Día Internacional de la Mujer. Con su acompañamiento al Proceso de Paz y la participación en la Comisión de la Verdad se generó un proceso de institucionalización del movimiento. Sin embargo, la Ruta mantiene un sentido crítico y no pierde su propósito de reivindicación profunda de transformar la sociedad, rompiendo relaciones de poder y subordinación”, indica la socióloga.
En América Latina, la Ruta ha establecido alianzas con otras organizaciones y colectivos feministas, sobre todo de mujeres defensoras de los derechos humanos. “El trabajo realizado por esta organización en medio de la guerra es reconocido a nivel mundial como una experiencia ejemplarizante”.
Para Montoya, además de que esta organización materializa la relación de lucha contra distintas estructuras de poder, crea el ‘poder-hacer’, es decir, desarrolla una expresión propia y una propuesta independiente que son reconocidas por la sociedad, con una identidad que integra la reivindicación de género, clase y etnia.
La socióloga destaca que “para la Ruta Pacífica de las Mujeres la construcción de la paz es una proyección reivindicativa de larga duración y profundos cambios en la sociedad y como parte de sus estrategias de lucha, esta red contribuye a establecer un diálogo con el Estado”.
La Ruta acoge distintos feminismos, posturas, tendencias y concepciones. “Es un punto de encuentro, mediación y creación de propuestas colectivas para la paz y la no violencia hacia la mujer”, puntualiza.