La universidad pública tiene como obligación, con la sociedad, dar luces sobre problemas coyunturales o de fondo.
Indudablemente la opinión de los investigadores o expertos, sobre temas sociales o especiales, ayudarán a los tomadores de decisiones a optar por la mejor opción.
La universidad pública, como un ente autónomo en la producción de conocimiento y la reflexión, puede presentar puntos de vista y aristas con profundidad, autónomos y sin ataduras; incluso diferentes a los culturalmente aceptados, de ahí su trascendencia e importancia para la misma sociedad y quienes la lideran.
Con el propósito de dar a conocer los puntos de vista, publicamos opiniones de investigadores y docentes que se pronuncian sobre temas de interés nacional o regional.
Luego de publicar la opinión del profesor Pedro Prieto, presentamos la opinión del profesor Roberto Behar.
¿Ser pilo paga? No nos confundamos
Roberto Behar Gutiérrez (*)
El gobierno colombiano acaba de expedir un programa para distribuir 10.000 becas-crédito condonables para los mejores estudiantes (puntajes mayores a 312 en las Pruebas Saber) de bajos recursos (Sisben 1 y 2), con el propósito de financiar matrícula y sostenimiento en cualquier universidad pública o privada acreditada por el CNA, en la cual hayan sido admitidos. A aquellos que logren graduarse, se les condonará la deuda y aquellos que no, deberán pagar la totalidad de esos dineros. A este programa, el gobierno lo ha llamado: “Ser Pilo Paga”.
La primera reacción que tuvo la gente fue de regocijo y gratitud. Algunos dijeron ¡por fin el gobierno se acordó de los pobres¡ Otros más escépticos cayeron en cuenta que lo que propone el Gobierno no es una beca, sino una apuesta, como en los peores casinos. De acuerdo con las estadísticas, la ineficiencia del Sistema Educativo colombiano hace que menos de la mitad de los que ingresan al Sistema de Educación Superior Público se gradúen. No estamos hablando solo de los pobres, sino de todos los que ingresan a la Universidad. De ahí la gran cartera morosa del Icetex: un gran número de estudiantes endeudados no triunfa y tienen que pagar; lo más perverso es que los más pobres entre los pobres reciben la peor educación; es decir, que en esta apuesta de casino, los del Sisben 1 juegan con el peor de los dados. La apuesta es perversa porque el dueño del casino sabe de antemano que el que más riesgo tiene de perder es el que menos posibilidades tiene de pagar.
El Gobierno pretende rifar un derecho y algunos triunfan. La Constitución establece que la salud y la educación son derechos de los ciudadanos. No habla de rifas ¿Ustedes se pueden imaginar si el Gobierno, en aras de su magnanimidad, diga que va rifar entre todos los enfermos 10.000 becas crédito para tener derecho a la salud, y que el criterio es que se les otorga a los menos enfermos? Esto es lo que se hace con el Programa Ser Pilo Paga. Estaremos de acuerdo que los más pobres tienen menos oportunidades de obtener 312 puntos. Esos quedan excluidos, no se les permite entrar al casino, no pueden participar en la apuesta. Por estadística sabemos de antemano que un gran número de esos “afortunados” becarios-crédito terminarán endeudados. La pegunta es: ¿por qué más bien el Gobierno no entrega esos dineros para aumentar el presupuesto base de las Universidades Públicas y así incrementar el número de cupos, sin generar el riesgo de endeudados de por vida? Se produce entonces una discriminación: unos estudiantes que ingresan a 100 mil pesos el semestre en Universidades Públicas y otros más pobres a los que les harán firmar un pagaré cada semestre por 12 millones de pesos ¿Dónde queda la equidad?
“Ser Pilo Paga” es un programa perverso. Supone que los más pobres del país (Sisben 1 y 2) no obtienen 312 puntos porque no son pilos; es decir, por su culpa, por no ser juiciosos, ni dedicados, por ser vagos. Suponer esto es equivalente a afirmar que los pobres son perezosos o brutos y que los ricos, que obtienen 312 con más facilidad, son más pilos o más inteligentes. Qué manera de simplificar el problema. Veámoslo desde esta perspectiva: ¿cómo llegó el gobierno al número mágico de 312 puntos? Se sorprenderán si les digo que solo tomó en consideración el dinero y absolutamente nada más. Preguntó el gobierno a sus asesores: ¿en qué puntaje hay que cortar para que me alcancen 150 mil millones que tengo para este programa? ¡Pues en 312 puntos, Presidente! ¿Ah sí? Entonces, de allí para abajo son vagos o brutos! Los que queden arriba los llamaré “Pilos”. Si 20 mil pobres hubieran logrado los 312 puntos, entonces la exigencia seria 345, para que de allí hacia arriba alcance la plata que se le va a dedicar al programa.
Ser “Pilo” no es suficiente, como no es suficiente el dinero para resolver los problemas individuales de aprendizaje que generan 11 años de mala educación. La actual Ministra lo ha repetido: la Educación Pública es de mala calidad. Esto es equivalente a aceptar que el gobierno no es Pilo para definir las políticas que vayan al fondo del problema, ni para gestionar los recursos, ni definir las prioridades y lograr equidad en la calidad de la educación. Para nadie es un secreto que los pobres no tienen cómo pagar una educación básica y media de buena calidad. El panorama es entonces que el Estado “no es capaz” de proveer educación de calidad a los pobres, pero luego el riesgo de fracaso universitario de un estudiante pobre no lo asume el responsable, sino el damnificado por el propio Sistema.
Lo más cruel es que el impacto de esos 11 años de pésima educación no se resuelven solo con dinero. Usted puede darle ingreso a la Universidad a ese estudiante pobre, sin pedirle ningún puntaje, y entregarle 50 salarios mínimos al mes para su sostenimiento y el de su familia. Eso no le mejora su capacidad de aprender cálculo mejor. Con todas esas prerrogativas económicas, la probabilidad de fracaso permanece casi intacta. Es como un niño que padeció desnutrición por 11 años consecutivos y ahora usted pretende darle más alimento para que se recupere. Así no funciona el organismo. Las neuronas perdidas por una década de desnutrición severa, no se compran con plata. Lo que quiere decir esto es que el Estado les roba la oportunidad de competir en igualdad de condiciones, les arrebata su capacidad de aprender al ritmo que los otros aprenden y para los cuales está diseñado el Sistema. No me cuesta trabajo decirlo: es demagógico, como lo es también el tratamiento que por ley se le da a las minorías étnicas; se les considera especiales para admitirlos con menos requisitos, pero una vez que estos estudiantes de las minorías étnicas ingresan, se les trata igual que a todos. No hay cursos especiales, no hay currículo especial, se les mete en el tubo diseñado para “los mejores”. Además, lo decimos: “la mejor universidad para los mejores”, pero estos mejores no son las minorías étnicas, ni las mayorías pobres.
Está demostrado hasta la saciedad que hay un capital que no es posible mejorar con recursos económicos: el capital social y cultural, que construye a través del tiempo el “habitus”, materializado en el lenguaje y la riqueza del vocabulario, que hace factible el acceso a un mundo de posibilidades que puede ofrecer el entorno: los valores, las aspiraciones, su capacidad de abordar la complejidad, entre muchas otras. Por eso el lenguaje de los estudiantes universitarios de estrato alto, se parece más al lenguaje de sus profesores. Dicho de otra manera, un pobre que se gana la lotería, no se vuelve un rico. Es un pobre con plata. La educación de los padres, por ejemplo, juega un rol determinante en el logro de ese “habitus” (**).
De la lectura de este informe, se deduce que en la competencia de los 100 metros planos entre el estrato alto y el bajo, los del alto empiezan con una ventaja de 60 metros. Esto lo podemos ejemplificar comparando sus probabilidades de “éxito” al nacer. Dos niños nacen hoy. Ninguno ha hecho méritos, pues acaban de nacer; la criatura del estrato alto tiene una probabilidad cercana al 80% de ser profesional; el otro solo del 5%. No han tenido oportunidad de ser brutos o inteligentes o pilos, pues acaban de llegar al mundo. Ya se sabe que uno de ellos recibirá el mensaje de su Presidente, quien le dirá que le faltó esfuerzo y dedicación, que no triunfará porque no es pilo.
Hablemos ahora un poco de la inequidad para competir entre los estudiantes de universidades públicas y privadas acreditadas. El gobierno lanza el programa cuando ya las grandes Universidades, como la Nacional, han realizado sus procesos de admisión y no están en capacidad de admitir a nadie porque, además, deben someterse a las leyes que regulan la Educación Pública. No pueden improvisar con su presupuesto, ni cambiar de destino sus rubros porque cometerían peculado por apropiación. Tampoco pueden rebajar su examen de admisión propio, porque violarían la ley por el derecho a la igualdad, ni pueden hacer más construcciones de manera relámpago, porque todo eso requiere de procesos de contratación de alta cirugía jurídica. Las universidades privadas, en cambio, hacen una reunión de junta y toman decisiones. Si se tienen que endeudar, se endeudan. Y hasta pueden ofrecer dinero adicional para el mantenimiento a los becados, como lo ha hecho la Universidad Javeriana. A esto sumemos el imaginario que los estudiantes tienen de la universidad privada: que estarán mejor relacionados y con mayores posibilidades de conseguir un buen empleo. Sienten, además, que allí su carrera durará lo estipulado. Las condiciones en que fue especificado y presentado “Ser Pilo Paga”, lo que hacen es entregar dinero público a las universidades privadas: el 85% de los estudiantes “favorecidos” quieren estudiar su carrera en una universidad privada.
En síntesis, y como conclusión final, podríamos decir que el Estado es el responsable de la calidad de la educación, que no se pueden rifar los derechos fundamentales, que debemos estar alertas, pues este programa de becas-crédito es un ensayo de financiación a la demanda que tendrá consecuencias desastrosas para la Universidad Pública, pues significa un peldaño alto del modelo neoliberal en el cual se pone a competir con desventaja a las universidades públicas con las privadas, violentando su autonomía para lograr su sobrevivencia. Estemos alertas. No nos confundamos.
(*) Representante Profesoral Facultad de Ingeniería. Universidad del Valle
(**) M. García Villegas, J.R. Espinosa Restrepo, F. Jiménez Ángel, J.D. Parra Heredia. “Separados y desiguales: Educación y clases sociales en Colombia”. Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad. http://www.dejusticia.org/files/r2_actividades_recursos/fi_name_recurso.591.pdf